[su_heading size=»20″ margin=»0″]»Señoras y señores, apaguen sus malos rollos». Es la inconfundible y polémica voz de Javier Gallego Crudo la que prepara la Sala Caracol a una hora y media de alegría plasmada en notas musicales.[/su_heading]

[su_dropcap]L[/su_dropcap] os diez músicos de Alamedadosoulna suben al escenario con todas las buenas intenciones, las ganas y la energía que irán encontrando, poco a poco, en un concierto que acabará en una apoteosis de colores, notas y explosiones.

El grupo de arranca con grandes sonrisas, pero algo falta. Rebeca, voz y saxo tenor, no tiene miedo a admitirlo: «estamos muy nerviosos por tocar aquí», grita desde el escenario antes de comenzar con el tercer tema de la noche. Y descubrimos así, con ellos, que a veces para solucionar un problema basta con encararse a él. Porque desde ese tercer tema -«Bioman«- el concierto coge otro ritmo, la energía encuentra su sitio en el escenario y también debajo de él, aún más cuando una batalla de vientos tiene lugar, ante las abrumadas miradas del público, encima de la barra del bar, en medio de la pista de baile.

[su_quote]El cuidado en la ejecución de cada pieza, a menudo construida con arreglos más barrocos de los que suelen proponer grupos que pisan los mismos géneros; el detalle en cada paso de la puesta en escena, una mezcla entre la espontaneidad de los ‘rumberos’ y la estudiada sencillez de una pieza de teatro.   [/su_quote]
Una broma al público tan inocente y agradecida que basta para que el concierto encuentre su camino y Alamedadosoulna comience a explayar -ya sin nervios- su peculiar estilo. Una receta en la que los de Alameda confía en pleno: en su Partycipatour juegan con el público con «exámenes de secciones rítmicas» -elemento que da el definitivo salto de calidad al concierto- o le hacen parte del espectáculo a la hora de arreglárselas con la pirotecnia final. Ver para creer el ambiente del que nacen momentos como este:

Un directo de Alameda, en fin, es un directo de los que te resuelven la noche, el día, la semana. Es un directo de los que hacen jugar con la imaginación y abstraen de las formalidades y de las falsas máscaras cotidianas: porque, como recuerdan en «Bicho raro», «sentados en el baño, todos somos iguales».

 

 

 

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