La mujer parece estar de moda. Y no deja de ser divertido ver como surgen los “ni machismo ni feminismo, igualdad”, tan manido, tan vacío y tan ignorante de simplemente no tener un diccionario a mano. Surgen los políticos, y ellas también, que critican la politización del feminismo. Chupito. Y, de lo más gracioso, están los gallos que corren sin cabeza entre cuatro paredes tropezándose entre sí, debatiendo cuál debe ser el papel del hombre en el feminismo, como con miedo a que se les caiga el pito, en una situación que recuerda al partido de los filósofos de los Monty Python.

Sin embargo, conviene recordar que si se hiciera un listado de victimarios, la mujer de la sociedad en la que vivimos estaría la segunda en la lista después del hombre heterosexual blanco. Aunque variaría según los criterios, esa mujer estaría en la lista con no mucho espacio por arriba y muy lejos de la mujer negra, lesbiana, pobre, discapacitada y procedente de un país colonizado que se situaría en uno de los espacios más bajos.

El concierto que la banda Les Filles de Ilighdad dará este 9 de abril en el Café Berlín de Madrid, es una oportunidad para acercarse a estas ideas. La banda, proveniente de una aldea del desierto de Níger (Illighdad), está liderada por Fatou Seidi Ghali en la guitarra y Alamnou Arkouni en la voz. Aunque ni su mensaje ni su música no tienen nada que ver con el feminismo, las coincidencias no dejan de ser exquisitas.

Desde fuera, son dos mujeres tuaregs que se han embarcado en una relativamente exitosa gira europea tocando la música tradicional de su región, que recibe el mismo nombre que su instrumento principal: el del tambor tende. Desde dentro, Fatou es una de las dos únicas mujeres tuareg conocidas que tocan la guitarra, un instrumento reservado para los hombres. Hablar con ellas es una oportunidad para ver si se sienten marginadas dentro de los círculos culturales por ser africanas -y no londinenses con un toque étnico-, y si su sociedad responde bien a una mujer haciendo cosas que siempre habían hecho los hombres.

Las conocí la última vez que vinieron a España, en el camerino de la sala Moby Dick a finales del año pasado. Al bajar las escaleras me las encontré cenando con su mánager y guitarrista de Mdou Moctar, también tuareg. Extendí mi mano para saludarlas y Alamnou me mostró sus dedos llenos de grasa de pollo. Estaban cenando sin cubiertos, desconozco si intencionadamente o no, y le dije algo en inglés que ella no entendió y me contestó algo en la lengua tuareg que yo tampoco comprendí. ¿Primer choque cultural? Habría más.

La banda representa una especie de Buena Vista Social Club a la africana. De la misma forma que Buena Vista nació del esfuerzo de Juan de Marcos González y Ry Cooder por juntar a una serie de músicos cubanos, Les Filles son parte de un proyecto más amplio llevado a cabo por Christopher Kirkel, un archivista musical de Oregón. Kirkel es el responsable de Sahel Sounds, una discográfica que nació en 2009 en formato blog y que luego pasó a convertirse en un sello que viaja por la región del sur del Sáhara conociendo a músicos, grabando discos sobre el terreno y luego organizando giras. Se fijó en Fatou por lo extraño de una tuareg guitarrista.

“Las canciones son tradicionales, no son composiciones propias sino canciones que todos conocen. Hablan de la vida nómada, de amor, de religión, la suya, la musulmana, y sobre su forma de pensar”, comenta el mánager.  La entrevista discurre de tal forma que las preguntas se hacen en inglés, el mánager las traduce al francés y el guitarrista de Mdou Moctar a la lengua tuareg. Y de vuelta, las respuestas, lo mismo, seguro que perdiendo algo por el camino, como Bill Murray en Lost in translation.

Su música es sencilla, sin grandes variaciones las voces se asientan sobre ritmos muy marcados. A veces puede resultar repetitiva porque los estribillos o cualquier estructura quedan diluidos en pro de algo mayor. Pero no hay que olvidar que así suena una sociedad que funciona a otro ritmo y donde la música no es entretenimiento, matiz fundamental, sino una parte activa de la vida en la comunidad. Cuando tocan abren una ventana hacia sus ceremonias y su día a día, hacia su vida. Y uno puede cerrar los ojos y ver como pasan cosas muy interesantes.

Les filles de illighadad - Moby Dick (21-11-2017)

Les filles de illighadad – Moby Dick (21-11-2017)

“Si no estuvieran haciendo música, estarían haciendo lo mismo que hacen el resto del tiempo que no están de gira: tienen la vida del nómada, del pastor. Buscan agua, cuidan de los animales, cocinan, comen y duermen. Hacen alguna fiesta si hay una boda y juegan con sus hijos”, relata el mánager. Pero esa tranquila cotidianeidad se vio rota porque a Fatou le dio por tocar la guitarra y a alguien que recorre el mundo le dio por grabarlas. Ahora, se ríen cuando dicen que en Europa se bebe demasiado alcohol y dan conciertos a los que la gente asiste a medio camino entre el interés y la demostración exótica pero que para ellas significa la consolidación de la música como lenguaje universal.

¿Creen que África está culturalmente aislada, que si hicieran lo mismo en Occidente tendrían muchas más puertas abiertas? El mánager se lo piensa, le dice algo en francés y el guitarrista vacila. “Estoy intentando traducirlo”, comenta, y tras unos intentos: “Olvídalo, entiendo lo que dices pero es un planteamiento bastante occidental, ellas ni piensan en eso”. Segundo choque cultural.

Y siguiendo dentro de mi occidentalismo, aunque con la mejor de las intenciones, les pregunté por el feminismo. Fatou reconoce que la mayoría de los hombres no se sienten cómodos con una mujer tocando la guitarra pero que le da igual. “En su religión la mujer tiene unos roles tradicionales y creo que los hombres recurren a reivindicar ese papel tradicional de la mujer para tapar la envidia. Pero hay admiración, porque luego los hombres les prestan atención y las llaman”, comenta el mánager riéndose. Hasta ahí, bien.

Pero cuando les pregunto por el papel de la mujer en la sociedad tuareg la respuesta descoloca. Fatou cuenta que les gusta recurrir a la metáfora de que la mujer es el cinturón del pantalón del hombre… Tercer choque cultural que me tocó comerme por progre. Ellas tienen otras cosas. Las palabras como feminismo, machismo, empoderamiento, sororidad… son vocablos lejanos. Pequé de eurocentrista al intentar no serlo, ¿por qué iba a esperar que una mujer criada en el desierto, en el seno de una sociedad religiosa rural, dijera algo que se asemeja a alguna cita de Ángela Davis de esas a las que recurre la gente que no ha leído a Ángela Davis?

Aún queriendo hablar de tú a tú, ahí detrás estaba mi lenguaje, mi cultura, mis libros –puede que pocos y malos-, mis comidas en familia los domingos, mi acercar el termómetro a la lámpara para no ir al colegio cuando era pequeña. Y ahí detrás estaba su vida, tan exótica y diferente, tan como seguramente éramos antes de que se volvieran locas las prioridades. Ahí está lo suyo de buscar agua, lo mío de abrir el grifo.

Pero tras la entrevista se pusieron a tocar. Todos se movían al ritmo, participaban en sus juegos mientras Les Filles se reían. El público andaba hipnotizado por la maravillosa sensación de asistir a algo que no era artificio, no pretendía, era real. Y aunque cantaban en otro idioma, mientras tocaban hubo un instante, efímero y que se esfumó rápidamente, en el que Fatou me miró desde el escenario y no hizo falta ningún traductor.

Les filles de illighadad - Moby Dick (21-11-2017)

Les filles de illighadad – Moby Dick (21-11-2017)

 

 

Texto: Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks) / Imágenes: Iván lionel

 

 

 

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