“En las profundidades del invierno, finalmente comprendí que en mi interior había un verano invencible”. La cita de Albert Camus decora el formato físico de ‘El buen salvaje’, el último trabajo de la banda asturiana Alberto & García. Aunque de por sí, por Camus, se avecina extraña y con algo guardado en el dobladillo, la metáfora refleja a la perfección algo más mundano. A pesar de ser asturianos y de los estereotipos climatológicos que queramos sacar del norte, Alberto & García son puro sol, han dejado atrás las nubes estrelladas contra la Cordillera Cantábrica al pasar por el túnel del Negrón.

El buen salvaje’ es un compendio de géneros musicales, complejidades y matices que se van desenvolviendo lentamente tras cada escucha aunque de una forma u otra todo acaba desembocando en esa sensación soleada. El 3 de mayo presentan el disco en el Café Berlín de Madrid y dicen que el directo es su punto fuerte, que no es por fardar. Habrá que averiguarlo.

Oí que alguno de vosotros era de La Felguera. Es curioso que de la cuenca minera asturiana salga este tipo de música.

Alberto García: La inspiración viene de la música que se escuchaba en casa, en nuestra familia. Los padres de todos los del grupo eran amigos y nos hemos criado con ese tipo de canciones. Con el paso de los años volvimos a esas músicas y son las que nos gustan porque las tenemos digeridas desde pequeños. Lo de la cuenca lo llevo con mucho orgullo pero supongo que es algo accidental.

¿Y hay algunos nombres propios en esas inspiraciones?

Víctor Gil: Desde lo más evidente como Los Panchos o Rubén Blades… pero casi cualquier estilo de la música latinoamericana nos gusta, sobre todo la cubana y el folclore argentino y chileno.

AG: De la actual también, como Natalia Lafourcade, Los Espíritus o Calexico, que son del norte pero con la mirada hacia el sur.

¿Tenéis alguna gran idea musical o concepción de lo que sois vosotros?

AG: Ni musical ni vital.

VG: Queremos hacer las cosas bien y poner cariño y dar pasos lógicos. Pero no es tanto la decisión sobre cómo quieres ser sino que de alguna manera te sale… no todo puede ser pactado.

AG: Si tienes un sintetizador y lo pruebas y no está tan alejado del discurso, parece que hay una trama detrás pero es el instrumento que había a mano. Y luego, en cambio, sí que hay un quebradero para el uso de una guitarra eléctrica, que de primeras puede parecer algo más obvio. Desde luego lo que más llama de nosotros es el uso de elementos del lenguaje latinoamericano, que aquí está olvidado a no ser que sea en el reguetón.

Manuel García: La clave es que sale natural. De pequeños también escuchábamos cosas como Radio Futura o los Beatles y eso cala.

No me gusta hablar de los títulos de los discos, pero en el vuestro hay una cosa interesante. El buen salvaje es el concepto de Rousseau del hombre no corrupto por la sociedad pero también lo usaban en la época de los conquistadores para llamar a los indígenas americanos que eran susceptibles de ser católicos. ¿Va por alguna?

AG: Por las dos realmente y, bueno, es un poco irreverente de manera sutil. La primera vez que se acuña ese término es durante la conquista y gustándonos esas vertientes negativas y positivas que tiene el título, sí que reúne bastante bien esos viajes en este caso musicales de ida y vuelta, de contacto entre culturas, de mezcla, que es lo que hacemos.

Entrevista - Alberto & García (2018)

Como todos somos sensibles ahora podría caer mal.

VG: Sería muy rebuscado.

AG: Sería un debate interesante. Son temas complejos y apelar a la conquista de América es meterse en un fregado. Pero aquí apela a lo musical y como síntoma de agradecimiento a esos “salvajes” que produjeron la música de la que bebemos.

¿Os toca de alguna forma la corrección política y la libertad de expresión?

VG: No especialmente. Todos nuestros discos tienen un halo poético y aunque no somos ‘buenrrollistas’ somos poco protestones. No hay nada en el discurso que pueda ofender.

Tratáis el amor y también es susceptible de ser analizado.

VG: Ahora que lo dices, la canción de ‘Fruta y chocolate’ dice “y subidos a una roca, quiero verte bailar sola, solamente para mi”. Dándole una vuelta esa imagen de que ella está desnuda bailando para él que está tumbado disfrutando… pues no se.

AG: Sí, pero la canción podría estar hablando de dos chicas… si que es verdad que con esto te analizas y es sano. Pero sin volvernos locos y sin tener que autocensurarse.

VG: También es cierto que todos tenemos un proceso de aprendizaje pendiente respecto a la forma que tenemos de hablar y la sensibilidad que se está teniendo con el feminismo. Y eso a veces implica el ejercicio de ver lo que dices, no por ofender sino por reaprender. Esto en cosas tan simples como estar aquí y preguntar “¿dónde está la limpiadora?” cuando puede ser un limpiador. Uno tiene que hacer ese ejercicio si quiere que la cosa cambie. Pero ahora hay gente joven que ve la serie ‘Friends’ y dice que es machista y para mi eso es darle la vuelta, porque era todo lo contrario para ese momento en el que había tres chicos y tres chicas con libertad sexual por igual. contextualizarlo.

Entonces, ¿se va a mejor o a peor?

VG: Desde mi punto de vista, a peor. No entiendo cómo alguien puede acabar en un proceso de cárcel por lo que diga una canción o un tuit, como Strawberry. Como decía Jorge Ilegal, señora, si no le gusta mi careto cambie decanal.

Entrevista - Alberto & García (2018)

AG: También hay que tener cuidado con eso de decir que vivimos en censura, sobre todo por respeto a la gente que sí vive en otros lugares del mundo o que la vivió aquí. Pero cualquier recorte de libertad es repulsivo. Nadie censura a Tarantino.

VG: Es que si un actor hace de nazi, nadie va a pensar que lo sea. Pero si yo hago una canción bajo un contexto artístico, sí me pueden estigmatizar a mí.

AG: Con las canciones a la gente le resulta más difícil entender ese juego del personaje. Nosotros no lo tenemos pero hay otros artistas que si tienen ese juego. Estamos todos con la piel muy fina. El que se dedica a algo artístico tiene que estar al margen de eso.

Con la censura que hubo en ARCO, muchos nos preguntábamos que desde cuándo el arte debía ser cómodo.

MG: Sí que está esa sensación de que no puedes hacer lo que quieras por no herir una sensibilidad. Pero por otro lado se conoce todo. Antes, cosas como las de ARCO habrían pasado desapercibidas, antes la censura iba por detrás, ahora por lo menos lo que pasó lo coloca arriba en el foco.

AG: Venga, al próximo hacemos un disco político y con un crucifijo quemándose en la portada y volvemos a hablar.

Vuestra música es compleja y llena de matices. ¿El público lo valora?

VG: Yo no se hasta qué punto

AG: Hay quienes sí y hay quienes no. Tenemos el defecto de pensar que a la gente le pasa lo mismo que a nosotros o que sienten lo mismo cuando van a un concierto. Cuando nos dicen algo positivo lo agradecemos porque sabemos que se están fijando. Pero de ahí a que lo noten, no sé, me gustaría pensar que sí, que el trabajo trasciende. Evidentemente se ve que no estamos aquí por una cuestión estética.

¿Como es la vida de un músico en España?

AG: Pues obviamente jacuzzis, cubalibres…

A tope con las ayudas del Gobierno

AG: No mira, eso ni nos hace falta… En realidad no me gusta quejarme porque tenemos una situación privilegiada y es que generamos lo suficiente como para pagarnos nuestros discos y movimientos. Pero conlleva un trabajo titánico. Aunque estamos encantados, si fuera algo menos titánico lo agradeceríamos. Sigue siendo un poco utópico querer dedicarse a la música. Pero nosotros vamos a dar un concierto igual esté el IVA al 21 o al 9. Si está al 9, mejor, pero no por ir a contar billetes sino para poder seguir dando conciertos. Ahora es viable a duras penas, pero para muchos ni siquiera lo es.

VG: Es como una empresa. Cualquiera que quiera poner un negocio en marcha, le costará mucho trabajo, en cualquier disciplina. Nosotros, siempre que podamos lo vamos a intentar. Es que es nuestro sueño.

Texto: Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks)  /  Imágenes: Fran Antón

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