Alejado de su reivindicación original de la negritud, el rap apareció en España para poner rostro y voz a una amplia clase baja y media cuya juventud lo acogió como una forma de expresión sin precedentes. Habla de, por y para los barrios de los que sale. Y por eso se encontró de frente con los estándares estéticos y de contenido impuestos, igual que en su momento se encontraron, por ejemplo, el jazz o el punk.

¿Qué puede aportar a la música, aquel espacio en el que también se mueven Miles Davis o Queen, un chaval de 20 años del barrio madrileño de Campamento rapeando sobre sus litronas, absentismo escolar y las peleas en su casa? ¿Para qué pinta la pared? ¿Sólo va a decir que es el mejor o lo va a demostrar en algo? ¿No se da cuenta de que si insulta no va a entrar en la radio? A lo mejor ese es el objetivo: ¡A la mierda tu radio!, hijo de puta. ¿Por qué mueven la mano así? No lo entiendo. De eso se trata.

En el libro ‘Ilustres Raperos’, el célebre David Foster Wallace y su compañero Mark Costello analizan el rap al poco de su nacimiento en Estados Unidos. Una de las ideas principales que defiende el libro es que el rap estadounidense no estaba hecho para que lo escucharan los blancos. Nació para poner distancia, para reflejar una realidad incómoda que sólo se veía por las ventanas del metro de camino al trabajo. Nació para combatir ¿Por qué iba a querer ser absorbido? Al ser repudiado quizás estaba cumpliendo su objetivo.

En España ha evolucionado con características propias pero también haciendo alarde de esa distancia. Con su propio lenguaje ha creado una identidad fuerte que pocas veces se ha visto alienada y, sin embargo, a pesar de ello y con ello de la mano ha conseguido combatir al resto de las músicas en su propio terreno. Y sin dejarse de lado a sí mismo. El concierto que Kase O ofreció en el WiZink Center de Madrid el pasado sábado 2 de diciembre fue un ejemplo de ello.

La actuación de Kase O pasará a la posteridad por ser el concierto, hasta la fecha, más grande de rap español sin contar los festivales. Coronó en un terreno y público hasta ahora desconocidos por el género y logró desarrollarse como el resto de las músicas a pesar del aislamiento. Y así, sin salir en la televisión ni la radio, 14.000 personas asistieron a una especie de pérdida de virginidad del rap.

Desde su etapa en Violadores del Verso, Kase O ha estado recogiendo con maestría la metafísica de lo mundano, experimentando con una compleja forma de rimar por rimar, de construir frases y una actitud y carisma que suman al todo del personaje, haciéndolo todavía más interesante. Ha hablado de política, de sexo, de nihilismo y un etcétera muy amplio. Y todo ello acompañado de letras que Foster Wallace, y volviendo al libro, definía que trataban de “lo peligrosos / molones / auténticos / totales que son el rapero y sus letras; o todo lo contrario de esto que son sus músicos rivales”.

En esa definición radica lo que sólo se puede encontrar en el rap y es esa actitud la que al mismo tiempo ha cosechado más discordia entre lo de fuera del rap. La llaman ‘ego trip’, viaje del ego. ¿Por qué se hace? Los hay que apuntan que tal muestra de individualismo nace de los requisitos de la sociedad capitalista estadounidense, pero eso ya es otra cuestión.

Sin embargo, a pesar de mantener fuerte esa actitud y de hacer que siga acompañando a la música y las letras, en España el rap ha conseguido traspasar la frontera y calar en el público generalista. Kase O es sólo un ejemplo, no es el único pero con su grupo sí que fue uno de los primeros. “Un porcentaje muy alto de la gente que viene a mis conciertos no son raperos, es gente que simplemente le ha gustado el disco. Eso es una conquista con la que he soñado toda la vida y no ha llegado hasta que llevaba 25 años rapeando”, me reconoció Kase O en una entrevista.

En el WiZink Center uno ya ha visto a muchos artistas endiosados subirse al escenario. Sin embargo, con Kase O uno veía a un chaval de barrio de Zaragoza, que iba para futbolista y se echó a rapero, hizo lo suyo y siguió haciendo lo suyo, manteniendo la distancia que siempre tuvo. Por eso fue tan relevante, porque el rap no está hecho para la mayoría, tampoco tiene que pretenderlo, pero es en la mayoría donde encontró su sitio. Preciosa paradoja en la que el rap ha trascendido a sí mismo sin dejar de ser sí mismo.

Sí que es cierto que en el último disco de Kase O, El Círculo, aparece menos esa vertiente del ‘ego trip’ y el artista habla de su lado más humano sin tener que decir que demostrar que es el mejor a base de repetirlo. Sin embargo, ahora parece que esa reivindicación ha pasado a los actos dejando de lado a las letras. A la salida de su concierto la policía tuvo que cortar varias calles del centro de Madrid y redirigir el tráfico por otras. Y no hay nada más rapero, ni más chulo, ni más ególatra que hacer eso e irte a dormir pensando en tus adversarios y el resto de las músicas.

Fotos:  Mohamed El-Jaouhari    /   Texto:  Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks)

Kase O - WiZink Center (Diciembre, 2017)

 

 

 

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