Cuando eres un niño formas parte de un mundo cuyo funcionamiento no cuestionas. Tu realidad se ve limitada por los martes al sol, las excursiones del colegio, la bronca de tu madre y aquella niña o niño con el que te das la mano en el recreo. Es al madurar cuando empiezas a formar parte de ese grupo de seres humanos que hace el mundo tal y como es, que construye carreteras, que se comunica por ondas radiofónicas y donde se matan los unos a los otros en guerras. El mundo real.

Al madurar abandonas la comodidad de tu realidad abstracta y construida a tu medida para ver el verdadero color de las cosas, que no siempre son tan bonitas ni se solucionan con un poco de chocolatinas. En la vida real el maestro nunca falta a clase y tienes la oportunidad de irte pronto a casa. Algo así parece que ocurre en “El Círculo”, el último disco de Kase O.

En “El Círculo” el rapero maño abandona el su infancia con Violadores del Verso, con discos de oro, con la categoría de, probablemente, el mejor rapero de habla hispana de la historia, la prepotencia del yo característica de esta música para pasar a reír, a llorar, a sufrir, a enamorarse y no comerse un rosco y a enamorarse y que todo salga mal. Con la madurez de su música Kase O parece entender que su única deuda es con el público, que le ha colocado donde está, y que todavía tiene algo que ofrecerle: a sí mismo.

Pero ese público, del que se sabe de antemano que va a seguir siendo un aliado de Kase O, también puede convertirse en un arma de doble filo, que tiene el poder y que es insobornable, como la muerte. Además, en este caso, los diez años que han pasado desde la última referencia de Violadores del Verso han provocado un hambre atroz y expectativas, muchas expectativas. Por eso, a pesar de la introspectiva personal, sigue habiendo hardcore, rimas ingeniosas para demostrar la valía, prepotencia de sobra y juegos de palabras que han de justificar la atención que se le presta. El cetro caduca y cada día hay que ganárselo de nuevo. El silencio no ha sido de quien no tiene ideas sino de quien espera en la sombra.

Texto:  Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks)