La noche de Madrid con su desfile de luces reflejadas en las aceras, la venta ambulante de cervezas a bajos precios y los relaciones públicas que te asaltan por la calle ofreciéndote a veces lo prohibido; tiene un espacio que se muestra como un amplio mundo de oportunidades para sus músicos, pero que a la vez, constituye una fuerte prueba de fuego para los que vienen de fuera.
Para una banda o artista mínimamente en las arenas de lo emergente, tocar en una ciudad como Madrid supone un gran salto que lanza la pregunta obligada: ¿quién irá al concierto? Para el rapero sevillano Jotandjota, quien el pasado sábado apareció por el Café La Palma para presentar su nuevo disco Parker, la respuesta a la pregunta seguramente fuera satisfactoria. No es muy habitual ver colas a las afueras de los garitos que emiten por sus altavoces las propuestas alternativas, sin embargo, de vez en cuando las encontramos, en especial cuando se trata de un concierto de rap donde casi siempre el púbico sorprende sin importar las circunstancias.
Aunque ahora pueden entrar, en este caso aparentemente no había demasiados menores, por lo que quedaron obviados los halagos “histeristas” y se dio paso a una contemplación madura, de buen-rollismo, donde todo el aforo cantaba las canciones a la par que Jotandjota, y gritaba con energía aquellas palabras de relleno cuando el micrófono apuntaba hacia el público para convertirlo todo en una energía común que englobaba la que se sentía como comprimida sala.
Esto es algo que siempre hemos visto en los conciertos de rap. Aunque en este caso puede que la justificación sobrara debido al cartel de lujo que se presentó. Pasaron por el escenario Duddi Wallace, Tosko y Waor entre otros, y a cada cual mejor. En especial Waor, quien recibió mucho cariño del público dado que con su grupo Natos y Waor, para bien o para mal, revolucionaron el panorama cuando entraron como un ariete en la escena con sus letras vacías pero con las que mucha gente se sentía identificada, o al menos, se quería sentir identificada; ya que esa espiral de sexo y drogas que tratan sus canciones, muchas veces representa un ideal antes que una realidad. Y todo ello acompañado por DJ Rune, campeón nacional de la DMC2014, a los platos.
Queda demostrado que la calidad del rap nacional se encuentra en lo underground. Jotandjota no tiene el estilo puntero con tendencias trap que más de moda está, pero la forma de promover la música y los ambientes con los que relacionarse son los correctos. Mientras que el rap gira hacia esa espiral de dejadez y desfase que representan grupos como Natos y Wor, el MC sevillano aboga por un estilo de sátira que golpea todos los aspectos de la sociedad, una especie de Eminem que decide desmarcarse de tendencias generalizadas y contar la vida desde un punto de vista humilde, humorístico y sin tapujos para decir lo que se piensa o no aparentar lo que no se es.
Aunque el concierto por lo general dejó la imagen de Jotandjota por lo más alto, volvió a plantear la cuestión de que un concierto de rap, al no tener normalmente instrumentos de por medio, es muy poco espectacular en comparación con otros géneros; haciendo que si no conoces las canciones, con aquella emoción que conlleva escuchar una canción que te gusta en directo, o no hay un repertorio increíble, puede resultar monótono. Especialmente en un sitio como Café La Palma donde el escenario es tan pequeño que los artistas ni siquiera tienen libertad de movimiento.
Al entrar la noche en ese aspecto iba dejando algo que desear, una reflexión que hacer que incumbe a todo un género y que hay que superar para que el rap, un tipo de música que antes estaba muy cerrado y cada vez se va abriendo más, se abra del todo y entre directamente al corazón de cualquier amante de la música que un martes cualquiera decide ir a una jam de blues.
Texto: Diego Rodríguez Veiga (@diegoricks) / Imágen: Mohamed El-Jaouhari
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