Los negros en los campos de algodón cantaron blues. Los descendientes de esclavos en Jamaica lo hicieron en reggae y los andaluces en Barcelona, en un intento de reivindicar sus raíces, parieron la rumba. El romanticismo unió lo que hoy es Alemania. Averroes escribió en árabe, Pardo Bazán en gallego y Camus, por supuesto, en francés.

La cultura siempre ha servido al ser humano para que éste pertenezca a una comunidad y todas las comunidades se han servido de la cultura para buscar su propia identidad. A veces, esta fórmula está tan arraigada que es uno de los elementos clave que lleva a que una cultura, una comunidad y una identidad se desarrollen hacia un sentimiento de Estado. Ya dijo Mazzini que la patria es, ante todo, la conciencia de la patria. Esto es algo que, aunque no lo citan directamente, lo tienen claro los chicos de ZOO.

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ZOO es un grupo de rap de Valencia que, a pesar de estar despegando, ha logrado obtener un puesto notable en la lucha por su cultura, en valenciano. El grupo ha demostrado que en Valencia hay otra voz a pesar de las mayorías que muestran las urnas, donde siempre gobierna el mismo partido, sin atender a corrupciones y escándalos, como una especie de deja-vu antagónico del PSOE en Andalucía.

“Esto ya existía hace 15 o 20 años”, comenta Panxo, la voz principal de ZOO, haciendo referencia a grupos como Orbint Pass y La Gossa Sorda que ya convirtieron de su identidad un reclamo hace tiempo. “Pero una de las grandes apuestas del Partido Popular fue invisibilizar y silenciar todo aquello que oliera a catalanidad”, añade. “Acostumbrados a vivir en ese ostracismo al que nos condenaron, se tejieron unas sinergias entra la gente que estábamos ahí, y salió”, dice, dejando entender que los esfuerzos fueron en vano, que por mucho que le cortaran las manos a Víctor Jara, Amanda siguió yendo a la fábrica a encontrarse con Manuel.

A pesar de que la identidad catalana y valenciana se hermanan, en el ámbito político no podrían ser más diferentes, y mientras que en Cataluña queda claro a quién pertenece la cultura catalana, que, por cierto, va por encima de cuestiones ideológicas, en Valencia parece haber una competición por el País Valencià real. “Creo que se trabajó muy bien desde ese gueto ideológico y cultural para construir algo sin caer en un discurso destructivo ni de la marginalidad, sino que se aposó por un discurso en positivo, de decir que el País Valencià de verdad somos nosotros, no esta pandilla de asquerosos”, explica Panxo.

“Pasó al principio. La gente renunció a cosas nuestras como las fallas porque la derecha se lo apropió todo y llegó un momento en el que la gente comenzó a trabajar un poco y a entender que la cultura valenciana es nuestra y tenemos que estar orgullosos”, añade. Se refiere a aquellos grupos que, antes que ellos, ya apostaron por reclamar el que puede que sea el mayor símbolo de identidad, la lengua, su lengua, el valenciano. “Por fin se va entendiendo que ahí hay un país en el que se habla otra lengua”, dice con cansancio, como si fuera una idea que a pesar de haberse repetido, no ha calado lo suficiente en el resto de España, la unilingüe.

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“Existe ese pensamiento, en algunas zonas del Estado español, de que cuando uno está hablando en catalán está queriendo molestar y haciendo un desprecio, pero no, es nuestra lengua”, asegura Panxo. “Lamentablemente todavía se puede decir que cuando alguien habla en valenciano está haciendo un acto político. Es nuestra lengua. Nadie escribe en castellano como parte de su mensaje”, añade.

A pesar de que los ciudadanos españoles aseguran no sentirse representados por la clase política, en la cuestión de los nacionalismos internos del país, los ciudadanos han seguido a la política y han convertido lo que en principio podía ser un debate sano en un motivo de conflicto. Además, el ansia desmedida de unión sin argumento está provocando la segregación como nunca.

Pero hay gente que se esfuerza por estar por encima de la dirección hacia la que se le intenta llevar, y cuando ZOO llega a Madrid, petan la sala Penélope de gente que en su mayoría no entiende el valenciano, pero con una disposición de aceptación a, ya sea aprender algo nuevo, ya sea entender a los diferentes o ya sea tocar las narices al que nos quiere en otros conciertos en los que se habla de temas más facilones y en nuestra lengua. “Se tiene cierta imagen de Madrid, de que aquí hay un desprecio absoluto hacia la lengua de las otras naciones del Estado. Y cuando ves que vienes y la sala se llena y la gente canta tus canciones, ves que existe otra Madrid y otra España que quiere enriquecerse y que entiende que somos culturas hermanas y lo entiende en clave de igualdad”.

 

Texto: Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks) / Imagen: Iván lionel