Melange, la palabra, es la mezcla; el grupo, es transformación. En su disco homónimo, podemos asistir a una verdadera orgía del movimiento. Las canciones evolucionan en sí mismas, en contenido y en melodías, regalando al oyente la sensación de estar escuchando algo más complejo que lo que lo que se suele escuchar ahora. Así se crea una experiencia del acto de escuchar, y se renueva la capacidad de la música de crear una sensación en el oyente.

Su música llega a una parte de ti que hasta el momento desconocías, pero que ahora encuentras reconfortante. No sigue el esquema habitual de la música, aquel que va del exterior al interior, sino que con su simbolismo no puede otra cosa sino golpear en tus adentros, para luego dejar que se filtre hacia fuera. Esto significa que, en primera instancia, las melodías enigmáticas atacan a las experiencias individuales para luego buscar su correspondencia con los símbolos que todos tenemos en común.

En cada canción de Melange se notan las raíces de las que parte cada miembro del grupo: Mohama Saz, Reserva Espiritual de Occidente, Rip KC… entre una lista más amplia. Esto permite una convergencia inclasificable, que pasa por la psicodelia más misteriosa a la más rockera; por la música popular, especialmente la del norte, hasta el guitarreo de Crosby, Stills, Nash & Young, ese cuarteto desastroso que esnifaba cocaína sobre la moqueta del bus de gira, grupo con el que Melange comparte mucho más que ciertos toques musicales, sino también cierto aire de supergrupo.

Cada canción es un ente en sí mismo que se va transformando y desarrollando por sí solo, pero a la vez guarda una especie de aura en común con el resto de canciones del disco. Algo extraño pero excitante a la vez. Pero quizás, lo más interesante del disco es esa sensación, ese sabor de boca que se te queda cuando terminas de escuchar una canción; la sensación de que no la has escuchado del todo, de que faltan innumerables matices por contener, entonces no tienes otra opción que volverla a poner, sabiendo que nunca alcanzarás a esa plenitud pero entreteniéndote como nadie por el camino.

Texto:  Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks)