[su_heading size=»20″ margin=»0″]Nos reunimos el pasado viernes en la sala Tempo Club, un local con un sonido muy bien construido que se demostró cuando las guitarras de los chicos de Madrid Blues Ghetto se pusieron a llorar, y es que en ningún otro género las guitarras lloran de una forma tan bonita. [/su_heading]
[su_dropcap]P[/su_dropcap]uede que el flamenco sí, vale, sí, desde luego que el flamenco sí, y el jazz también, no quepa duda, y en cuanto al soul… bueno, también, aunque en realidad el soul tiene un fondo diferente; pero luego el funk, o incluso el rock, ya no tienen nada que ver; y es que es muy difícil encontrar un género musical que exprese los sentimientos de las personas de una forma tan pura como lo hace el blues. Dios nos libre de hacer favoritismos entre unos estilos musicales y otros, pero hay que admitir que cuando se trata de sentimientos, el blues, la música que nació en las gargantas de los esclavos que recogían algodón, ocupa un lugar especial.
La mayoría de las canciones representaban un blues bastante puro pero también hubo espacio para ciertos toques de soul, según quien cantara, y desde luego que se hizo un hueco para el rock n’ roll, aquel hijo secreto del blues que el eléctrico Muddy Watters parió casi sin querer.
Las canciones que el grupo formado en la Escuela de Blues de Madrid tocaron, pasaban desde clásicos del género como homenajes a los Blues Brothers, a revisiones afortunadas como la de I Believe to My Soul del gran Ray Charles, todo ello interpretado por una voz que cuando se encrudecía nos recordaba un poco a aquel blanquito Eric Clapton cuando decidió irse riding with the King. Pero la verdadera guinda vino con la selecta gama de colaboradores donde podríamos destacar a Mayka Edjo de The Sweey Vandals, Alana Sinkëy de Cosmosoul y al showman Adrián Costa, que no tuvo dificultad para demostrar unas potentes tablas sobre el escenario.
Por desgracia, como a lo bueno siempre le pedimos lo perfecto, lo cual es inalcanzable, todo sea dicho, a algunos nos quedó una amarga sensación de que no se trató de un espectáculo bien construido sino más bien de una demostración musical que a veces tenía más aires de jam sessión que de concierto. Pero el resultado final fue el deseado: que el sentimiento blue se quedara en la música para que nuestros corazones depurados se preocuparan de vivir, que ya iba siendo hora.
Texto: Diego Rodríguez Veiga (@diegoricks) / Imagen: Iván lionel