[su_heading size=»20″ margin=»0″]La nave que nos transporta, El proyecto OFNI (Objeto Flamenco No Identificado), es precisamente esa constante búsqueda y mucho más que una fusión de estilos, que una comunión de límites aparentemente lejanos.[/su_heading]
[su_dropcap]A[/su_dropcap]l igual que en aquel vagón de metro de El Perseguidor de Cortazar, detenidos en el tiempo dentro del viaje nos quedamos mientras todo el resto sigue, absortos en un vuelo «sin destino» y de difícil retorno. Es así como descubrimos, olemos, penetramos y sentimos el aire chocar en nuestras narices a medida que la nave comienza a coger altura. Volamos alto, escapando del frío silencio matinal, auténticos vampiros sonoros atraídos por el canto de la noche. Conducidos entre una autentica fidelidad de vanguardia y aquella clásica búsqueda del tesoro artístico.
El quinteto, liderado por el contrabajista Pablo Martín Caminero, refuerza la esencia misma de la música y nos advierte que la mejor garantía de supervivencia dentro de un muchas veces estanco sistema cultural, es la acción. Tan opuesta a esa “especie” de música con folleto de instrucciones, a ese adoctrinamiento al tedio que se retroalimenta manteniéndonos inmóviles consumiendo sin consumir, escuchando sin escuchar, sintiendo sin sentir y viviendo, solo porque nuestro corazón aún nos late.
Se presentaron en el teatro del Circulo de Bellas Artes la pasada semana, y donde a través de la elegancia y oportunismo de Moisés Sánchez en el piano; La vertiginosa técnica del saxo de Ariel Bringuez; La versatilidad rítmica de Toni Belenguer en el trombón y el extraordinario ingenio, rapidez y creatividad en la batería de Michel Olivera, hicieron del quinteto un verdadero equipo de primera, autentico lujo para el espectador. Más aún cuando vemos la figura del contrabajo que potencia y enmarca cada uno de los instrumentos del grupo, haciendo propios los adjetivos anteriormente nombrados. Ejerciendo como verdadero líder, sin aquella necesidad de desmarcarse de la melodía constantemente como para hacerse notar. Tal vez, como si de un gran pulpo se tratase, que con sus tentáculos abraza a cada uno de los miembros fortaleciendo el vuelo personal de cada uno. Realizando así un extraordinario viaje grupal.
De una producción completamente personal, valiente, sincera y, sobre todo, certera, el proyecto OFNI de Pablo Martín Caminero nos enseña como el sentido de pertenencia no siempre es sinónimo de raíces marchitas, sino más bien, esa extraordinaria capacidad por incluir el pasado dentro de un presente de cara a un futuro prometedor. Deseamos profundamente que el Proyecto OFNI siga volando. Identificado o desconocido. Rapaz o alto, lejos o hasta la vuelta de la esquina, pero que vuele. Y que salga. Que salga y deambule por las salas de teatro, bares, clubes, viejos reproductores de Cd´s y modernos mp3´s. Que penetre por los gruesos cristales de las ventanas de la cotidianidad y los quiebre con aquel Reggetón de Triana o con alguna Soleá de Gasteiz. Porque la música es movimiento y acción misma, y es en aquel andar y vitalidad que la encontremos rondando por las esquinas, saltando por las aceras, alejada de una inmóvil butaca de teatro.
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Texto: Iván lionel / Imagen Roberto de Baltasar