[su_heading size=»20″ margin=»0″]Maui se divierte, juega, salta, baila, porque sabe, sabemos, que el que pierde las ganas del juego es peor que perder el juego mismo[/su_heading]

 

[su_dropcap]N[/su_dropcap]o es difícil permitirse observar, más aún viviendo en una gran ciudad, que dentro de un engranaje como el de la música tan rustico, abstruso, especulativo y muchas veces trivial, muchos la rodean en su extensión territorial procurándose hacerse un sitio. Un perímetro donde profesar su credo a la masa y penetrar en las vitrinas de las sensaciones ajenas.  En repetibles ocasiones, cuando uno no encuentra muchas veces la salida (o el lugar de entrada), se acerca entonces a los extremos muchas veces mal intencionados y más comerciales, con tal de que lo vanaglorien a uno y le hagan así ese lugar tan deseado. Un rincón, aunque sea, donde emerja el éxtasis y la gratificación de ser, simplemente, querido, respetado o al menos, escuchado por un rato.

Difícil es penetrar en las mentes procurando adjudicarles una conciencia, aunque muy propia que parezca, extraña igualmente.  Una conciencia que lo único que pide es dar, que lo único que desea es recibir, tan solo, un poquito de atención.Y así entonces todos nosotros formamos parte de ese espiral  que transforma en artistas a simples triunfadores momentáneos y a los verdaderos creadores, en mendigos de la atención.

A aquellos que buscan ese triunfismo pasajero, estéril voluntad de ser reconocido, una infortunia recompensa por ser elegido hoy, lo que será el hambre de mañana. A aquellos que todo eso buscan, tal cual nos repite el estribillo que canta Maui en  «Dicen«, de su última creación «Problematología«….»lo que buscas entonces, aquí no puede estar«, emergiendo un saxo de las extremidades mas convexas de la rabia. De ahí es donde proviene la bronca, aquel coraje que contiene las más lindas de las musas.

 

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Y eso Maui lo sabe perfectamente, por eso, aunque duela, juega con toda la gratitud que puede en la escasa recompensa que el público madrileño le ha podido brindar en una semivacía sala de la Escalera de Jacob. Maui se divierte, juega, salta, baila, porque sabe, sabemos, que el que pierde las ganas del juego es peor que perder el juego mismo, como si  una tortuga se te escapase de tus propias manos, más ágil y veloz que tus reflejos. Se palpita y siente las vibraciones, habiendo 10 y 200 personas,  que dentro de ella late el  alma de una artista de pies a la cabeza. Arriba como debajo de un escenario, en una gran ciudad o en un pequeño y perdido pueblo de alguna sierra. En una noche de nocturnidad prohibida o en una mañana  casi sin dormir para realizar los obligados y pesados tramites de la comercialidad. En sus brillantes ojos, al momento de narrarte las pericias que tuvo que pasar para sacar a la luz su último disco, agotada, feliz y orgullosa, cual madre que te cuenta sobre el nacimiento del primer diente de su hijo pequeño.

Cambia así la atmosfera, quiebra el malestar y erosiona emergiendo con más fuerza el germen del ser. Tiembla, nervioso de éxtasis, el pulso y ríe perplejo el saber, descifrando claramente la autenticidad de un artista como Maui, superando cualquier percance que el camino haya podido ocasionar en una década de búsqueda e incasable labor dedicándole sinfín de horas y apostando hasta lo que uno no tiene, a comparación de la reproducción fotocopiada de los persecutores de fama que merodean en un sinfín de salas, garitos, teatros y platós de televisión.

[su_column size=»1/3″]Cuando llega su hora de subirse al escenario, todo se transforma, todo cambia, y no existe nada capaz de sacarla de su ritual artístico y brindar al público, al vacio o a las malditas costumbres que nos acostumbran a ser infelices y no soltarnos plenamente, dosis de irradiante alegría, vehemente optimismo y buen humor.[/su_column]

 

Se hacen oír los primeros compases del concierto, compases manifiestamente aflamencados, compases que huelen a madera, a áspero sol, a gentío, a ritual urbano, y nos arranca una sonrisa y entusiasmo con «Y son tan Feliz«…..»que no me da susto la vida y ahorro en disgustos la tira. Que encuentro el tesoro que un día escondí…»  El tesoro de Maui es su gracia, su arte teatral al pararse frente del público y su voz, sobre todo. Tiene en la voz el portento y capacidad como para diferenciarse de unas raíces puramente flamencas pero sin distanciarse de ellas.  Jugando entre la dulzura y el camelar de su voz para por momentos rotarla y romper el timbre en algunas ocasiones tal como aquellas hermanas de su Utrera natal, Fernanda y Bernarda.  Haciendo aflorar un jazz-pop aflamencado que se aleja de cualquier convencionalismo y marca registrada. Siguiendo el pulso de las canciones, temas que suenan a actualidad, a frescura, a modernidad, bañados de la fiel ironía andaluza e ingenioso optimismo. Van así sucediéndose diferentes estilos, dándonos a saber que para tomar un buena copa, el vaso influye mucho, pero más influye cuando hay un buen whisky adentro. Como trajes que cambia un modelo dentro de un mismo desfile y que todos, marcados por su personalidad y esbelta figura, le sientan extraordinariamente bien.

[su_quote]Maui expone, pues, un variado repertorio de tanguillos, rumbas, wawancos y hasta algunas pinceladas destilando auténtica delicadeza raperera.[/su_quote]  Destacando las alegría a dúo con la grandiosa guitarra de Dan ben lior, unas alegrías «marcianas» como remarcaron. Unas alegrías con autentico aire jazzero, como no podía ser de otra manera teniendo a cargo de la guitarra a Dan. Unas alegrías mezcla de Reinhardt y Charlie Chiristian luego de haber pasado una larga temporada tomando el sol en alguna playa gaditana.

Aunque todo ese «muestrario» de aptitudes y capacidades de cambios de estilo no se ve presentado como una galería de proezas sino como algo simple y natural, tal cual se forjaron el flamenco y cualquier otro estilo musical, tal y cual somos nosotros mismos: Mezcla, cambio, fusión, variedad. Y que a la pureza la paguen solo aquellos oligarcas del estilo y conservadores de la imagen, por temor, únicamente, a perder lo que nunca fue de ellos.

Está claro que un formato mucho más casero que el original, como el que presentó Maui en la Escalera de Jacob, no marca similitud alguna con lo grabado en «Problematologías». Pero la insuperable compañía del «Petaca» a los teclados y la improvisada aunque poderosa guitarra de Dan Ben Lior, sumado al par de temas que tocarón junto al percusionista cubano «changó», han hecho sentir al publico cálidamente arropado, dando un espectáculo de un gran nivel.

Desgraciadamente,  mientras el fomento y el beneficio de la cultura se lo queden los mismos cuatro gatos de siempre (gatos, más que nada por lo felinos que son), con sus 4 «hits» de hace 20 ó 30 años atrás, intentando  a toda costa no perder la costumbre de realizar el acto de ejercer una mediocridad o estupidez cotidiana, moldeando a una mercancía sometida a injustas leyes de oferta y demanda y manipulándolas a su antojo. Desgraciadamente, seguiremos presenciando a enormes artistas en salas semi-vacias, y luego escuchar por ahí, a aquellos mismos delincuentes, irritarse porque la gente en España no consume cultura.

 

[su_heading size=»18″ margin=»0″]Conoce más de Maui y Los sirenidos aquí [/su_heading]