[su_dropcap]C[/su_dropcap]uando te dispones a ir a un concierto de ska ya sabes lo que te vas a encontrar: un intenso olor a porro, riñoneras, litronas, un local “despreocupado”, un público formado por algunos personajes muy singulares pero, sobretodo, un flujo non-stop de la más pura energía y un ambiente de hermandad como encuentras en pocos sitios.
El evento empezó con más o menos cuarenta y cinco minutos de retraso. Fuera llovía a ratos y la policía no paraba de pasar como con mirada indecisa. Pero por fin Spin Te Kú rompió el silencio en el Gruta 77 y se inició a una noche de adrenalina y cierto humor canalla. Los cambios de ritmo, que aportaban al dinamismo, la excelente trompeta y el bajo haciendo de base armónica mezclaban a la perfección los ritmos del ska con las melodías del balkan.
Tras un primer acierto, la fiesta pasó a estar en manos de Skalone, grupo que mezclaba a la perfección ska y jazz y que, al contrario de la imagen que se tiene de la música instrumental, demostraba que el jazz se puede bailar. ¡Y vaya si se bailó! Sobretodo cuando nos ganaban el oído con maravillosas versiones de Another Brick in the Wall o La valse d’Amelie del gran Yann Tiersen, creador de una de las mejores bandas sonoras del cine.
Pero, ¿qué es un pastel sin su guinda? Ya habíamos probado el dulce merengue, ahora queríamos el toque final. Y así apareció The Skartes, el grupo cabeza de cartel que venía a presentar su disco Atrápalo. El CD ya lo teníamos tras dejar nuestra aportación voluntaria en la entrada, pero no lo habíamos escuchado y nos moríamos de ganas. Y como si fuera una especie de tocadiscos en directo, el escenario se llenó de más gente de la que la física pueda recomendar para ofrecernos una verdadera fiesta que duró un par de horas. A parte de las canciones del disco, también pudimos oír geniales versiones como las de Dragon Ball, Doraemon u Oliver y Benji, haciendo que volviéramos al cachondeo y a la auto-identificación. Todo esto acompañado del rugido de un público enormemente entregado que no paraba de moverse de todas las formas posibles, y que tras el concierto, quedó abandonado a la fría noche madrileña buscando un local que estuviera a la altura de ser la continuación de la fiesta antes vivida. Pero todos sabíamos que no lo íbamos a encontrar.
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Texto: Diego Rodriguez Veiga (@diegoricks) / Imágen: Mohamed El-Jaouhari