[su_heading size=»20″ margin=»0″]Su concierto en la sala Rock Palace pareció encender la mecha de nuestros oídos ajenos a la banda y dispuestos desde el comienzo a dejarse llevar por los ásperos y punzantes golpes de guitarra y rudos golpes de batería, todo ello dentro de una atmosfera mezcla primitiva de alocada rabia con pasajes de un fresco, sutil e hipnótico post-rock.[/su_heading]

[su_dropcap]M[/su_dropcap]adrid, la ciudad próxima en su lejanía y cercana en su infinitud, se pierde en sus grandes y altos edificios hasta las bajas y estancas aguas de sus charcos. Enrienda de carácter propio a los extraños y convierte extranjeros a los nativos. Cede, brinda, da, recibe, en forma circular su cualidad más ajada: Ese salvaje y frenético ritmo sibarita. De allí mismo, hijos de aquel asfalto, convergen las innumerables y más dispares tentaciones y coincidencias entre semejantes. Tal es el ejemplo de este trío tan multicultural como la ciudad misma: Monotonus.

El grupo Vasco-alemán-francés enciende, cruda e intensamente, los márgenes suculentos del punk-rock. Se cuelan en las delgadas redes del subconsciente «popero» y mezclan endorfinas «garajeras» entre rasgueos y distorsiones. Antes pasaron por el escenario los Síndrome Amok, izando bien alto la bandera nihilista y su «anti-música», como a ellos les gusta describirse, donde oscila un gran coctel de pedales varios. Allí se plantaron en su constante y siempre improvisada búsqueda galáctico-musical de caminos inconexos que acaban por encontrarse dentro del maremoto de loops y enajenadas distorsiones.

«Amenizando» la noche contamos con el hilarante Reflex Loops con su cada vez mejorada «meta-música». Una constante consigna por desmarcar aquel limite entre público y artista, donde el espectador pasa a ser el creador eventual del espectáculo y pieza fundamental de la esencia del mismo.

 

 

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Imagen y texto: Iván lionel