Joaquín Pascual (ex miembro de Surfin´ Bichos, Mercromina y Travolta) presentó su último trabajo el pasado Jueves en la Sala Sol de Madrid.
Haber pertenecido a bandas referentes del indie nacional era una razón suficiente como para acercarse a escuchar y ver la propuesta del veterano compositor. Entre el público se encontraban algunas caras conocidas dentro de la escena alternativa patria, bajando pocos (o casi ninguno) de la treintena. Y esto ya nos da una pista de que se trataba de un evento con carácter generacional. No es que las canciones que sonaron la pasada noche no puedan encajar con los gustos del público más joven, lo que ocurre más bien es que la escasa promoción se ciñe simplemente a tocar la fibra nostálgica de los que descubrieron nuevos sonidos en los 90 y todavía los añoran.
El aforo estaba cubierto en unos tres cuartos de su totalidad (mejor así, recordemos que estamos hablando de gente mayor, que no quiere empujones ni agobios) y la sensación al llegar a la sala era muy cálida. Es algo difícil de explicar, pero hay artistas que tienen el don de la hospitalidad y de alguna manera saben transmitir su agradecimiento porque asistamos a su fiesta, en la que por una noche es su casa, consiguiendo crear una reconfortante comunión entre todos los presentes.
Sobre el escenario parecía verse a un grupo de amigos de toda la vida tocando con una actitud que podría ser consecuencia de una mezcla de ilusión por enseñar sus nuevas creaciones y cierto desenfado al no tener ya la presión de intentar convencer a nadie. Temas sencillos, sostenidos por su esqueleto progresivo, donde los huecos para los arreglos daban a luz a los momentos musicales más acertados, sobrevolados a veces por la voz de Joaquín.
Una voz que te gusta si ya eres fan y de la que esperarías algo más si no lo eres. Para mi gusto un poco plana y opaca, la verdad. Cosa que creo que acaba desaprovechando un recurso que haría que tanto texto como música llegaran un poco más lejos de donde llegan.
De todas formas no engañaron a nadie. Así es como canta él y como ha cantado siempre. Es lo que se escucha en el disco. De hecho me sorprendió gratamente la fidelidad con la que se acercaban desde el directo a los temas ya grabados. En esto hay que reconocer sus tablas. Saben cómo quieren sonar y lo consiguen. No teníamos delante a grandes virtuosos con sus instrumentos, pero las notas sonaban en su sitio, los timbres estaban controlados y las texturas eran muy acertadas.
Me faltó algún momento brillante o sorprendente, pero salí relajado y tranquilo del concierto, por lo que iría encantado a otra de las fiestas que propongan Joaquín Pascual y sus amigos.
Texto: Arturo Jímenez Calvo / Imagen: Bea Gómez