[su_heading size=»20″ margin=»0″]Enérgicamente se subieron al escenario arrasando con todo y por todo lo alto, dándose el lujo de presentarse al público con una sacudida abismal de sus nuevos singles de «La Calle Encendida«, su reciente último disco.[/su_heading]

[su_dropcap]C[/su_dropcap] on frecuencia encontramos en el sueño concordancias muy parecidas con la realidad. Así entonces nos relajamos aún más y nos dejamos llevar por él, ahí donde nuestros pies no pueden llegar. Nos adentramos en un viaje por horizontes tan desconocidos como anhelados, tan distantes como extraños, y tan atractivos que enseguida lo vamos tomando como propios. Frecuencia Urbana sigue avanzando sin pausa alguna sobre el dial que marcan los ritmos callejeros de la ciudad. Argumentando así a un sueño con hechos, brindando a la utopía acción, que como una enorme elipse se recarga día tras día de ganas, ilusión y, sobre todo, por el gusto de hacer algo propio y personal, comprometidos con una causa que aunque débil parezca, es la nuestra, y de todo aquel que se anime a surcarla junto a nosotros sobre cada una de nuestras páginas.

Ocurrió que agarrados fuertemente al hilo de un globo que lentamente comenzaba a desinflarse por los costados, un globo aquel que tan alta y disparmente nos elevó en un magnifico viaje la otra noche en el Siroco gracias a los chicos de Esfumato, donde tan a gusto y cálidamente hemos cabido todos, y reposados entre las nubes de aquel día, nos dejamos llevar por su magia. Cuando en la noche del jueves, el vuelo que entonces parecía ir perdiéndose entre aquellas danzas de sombras y siluetas a medio diluir,  sobrevolando de manera casi rapaz la nocturnidad, horizontal y perpendicularmente sobre los caminos que recorren nuestras propias venas, como un torbellino al acecho de débiles hojas otoñales llegó una bandada fresca de aire rejuvenecedor que nos permitió alcanzar cuotas de altura inesperadas.

Era una noche fría en el pleno centro madrileño, una noche fría y con un enorme manto blanco que la cubría como si en una pequeña sala de fumadores de un multitudinario aeropuerto nos encontrásemos, cuando de la nada llegaron como una descarga eléctrica la gente de Falsa Monea. Y así enseguida Alex, Ramiro, Cano, Juancho, Sergio, Tanis, Tano, Vari, el pelado y Jimbo. sin dejar a nadie en el camino, enérgicamente se subieron al escenario arrasando con todo y por todo lo alto, dándose el lujo de presentarse al público con una sacudida abismal de sus nuevos singles de «la Calle Encendida», su reciente último disco. Mientras un enorme y grueso bajo inflaba más y más ese globo que parecía poder estallar de un momento a otro, la extraordinaria sección de vientos se ofrecía de guía llevándonos de nuestras inquietas caderas sobre un paisaje cargadamente sonoro, de ricos estribillos y potentes ritmos. Además, la banda nos regala un juego percusivo de gran nivel, unas cargadas congas golpeando en nuestras cinturas y una impecable batería que se anima a todo lo que le pongan, no solo acompañando, sino dando vida y color.[su_quote]La banda despliega esa vitalidad y energía de las grandes orquestas como las de Count Basie, por ejemplo y con sus diferencias obviamente, mezclado con el feroz desparpajo de gente como Diablo Swing Orchestra, argumentados por unas comprometidas letras que hablan desde los más existencialistas problemas de barrio hasta la falta  y animo de acción social que nos rodea.   [/su_quote]

Falsa Monea continua arrollando todo lo que encuentra a su paso a lo largo de todo el concierto, una aplanadora musical que no deja indiferente a ninguno de los pasajeros a bordo, quienes agotaron todas las entradas a la venta que había en la Boite y bailarón sin cesar. Así, te llevan tanto a la mismísima costa africana dándote un baño de potente y crudo afrobeat, como que inesperadamente te encuentras gozando de intrusas cadencias latinas en algún rincón centroamericano o de unas rumbas en algún otro indómito lugar, pasando, eso sí, por una especie de Swing-Metal marca de la casa de gran potencia y vitalidad. Sin olvidarse en ningún momento la raíz flamenca que tan bien porta esa guitarra española y el vigoroso cante. La filosofía que promulga la banda a lo largo del viaje no parece ser otra que el de pasárselo bien a costa de su original y contagiosa propuesta, para que no se nos ocurra dejar de mover los cuerpos ni por un instante, así la frente la tengamos completamente barnizada en sudor.

Sin dudarlo, Falsa Monea, junto a grandes invitados, nos regalaron un adrenalínico y caluroso concierto que, en noches invernales como aquella, ayudan a pasarla mucho más que bien y ensoñarnos con el verano que ya casi esta aquí, a la vuelta de la esquina. Sobre todo, felicitarlos a ellos por el gran trabajo realizado en el disco y, lo más destacable por sobre todas las cosas, por la apuesta grupal que realizan. En tiempos donde prevalece la rentabilidad de las cosas por sobre el producto, no es fácil encontrar que un banda apueste por un número tan grande de integrantes, y que lo consigan llevar de la manera que lo hacen. Así que ya están advertidos, la próxima vez que estén malos, enfermos o con cualquier paja mental, ni se les ocurra ir al medico, vayan a ver a Falsa Monea que todo se les pasará.

Por último, párrafo aparte para la sala que nos «albergo» aquella noche, La Boite. Desde aquí, Frecuencia Urbana, repudiamos, denunciamos y nos avergonzamos ajenamente de actuaciones como la de los responsables de dicha sala. Más allá de que la última parte del concierto ya no se vendían cervezas, que es lo de menos claro, y entendiendo, por supuesto, que las salas están pura y exclusivamente para fines lucrativos, no puede ser que por cinco minutos más de concierto que eran los que le faltaban a la banda para poder terminar el espectáculo como siempre lo hacen (tendrán que ir al proximo concierto para verlo),  no solo prendan todas las luces de la sala sino que apaguen tanto monitores, como peas como cualquier atisbo de sonido amplificado, primando así termino del show ante la continuidad del final del mismo. Y nosotros, el público, que tanto saltó, bailó, acompañó y se entregó fervientemente a lo largo de todo el concierto, no ha hecho nada con todo ello. Tal vez, acostumbrados a vivir en una sociedad que nos inculcó agachar la cabeza y a retirarnos silbando bajo sobre la senda que el patrón momentaneo nos marca seguir ante cualquier injusticia, será mejor empezar a aprender a dejar de resignarnos ante los «caprichos» de la autoridad competente de turno. Pero sobre todo, nuestro repudio va para la sala y sus responsables, luego son las mismas voces que se quejan, indignados, que en este país ya no se consume cultura, que la gente no sale, que bla bla bla, y no son capaces de alargar un espectaculo cinco minutos más a una banda que, encima, te ha llenado el garito.

Así como cuando hemos visto y destacado diversos aspectos positivos en las salas donde nos ha tocado estar, ya sea tanto para con el público como para con los artistas, siendo además negocios que deben de ser rentables, personas que persiguen una idea y un compromiso, y así lo hemos recalcado (Gruta 77, El buho Real, por ejemplo), nos vemos en la obligación de denunciar esto. Muy cotidiano nos resulta quejarnos y pedir, pero tambien será bueno que empecemos a ofrecer. Aunque bueno, la verdad, es lo que suele suceder en general en las salas donde no tienen a la música en directo como prioridad y que buscan en los conciertos pura y exclusivamente un fín lucrativo y no una idea de base. Quizas sea el momento de dar lo nuestro cada uno antes que exigir y/o censurar. Tal vez así, juntos logremos salir adelante para un beneficio colectivo, tal vez así, juntos, logremos conseguir lo que tanto reclamamos y necesitamos: «La Calle Encedida»

 

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