[su_heading size=»20″ margin=»0″]Una música que recorre Europa mezclando sin temor los ritmos calientes del mediterráneo italiano con la picardía de las baladas balcánicas. O, por decirlo con sus palabras, unen Fado y Morcilla de Burgos[/su_heading]
«Para amar hay que estar distraído», espleta Ajo, la micropoetisa que hace de particular telonera al dúo. Ya listos en el escenario del Café Berlín, subrayan sus palabras con suaves melodías. Y es ella quien así los introduce: «Fetén Fetén». El dúo no está solo en la noche después de San Valentín. Han llamado a amigos, músicos pero no solo, para acompañarles y enseñar al público algunos nuevos temas de lo que será su segundo disco. Y el público, de voyeur durante las primeros notas, se convierte, a lo largo de las dos horas de concierto, en parte integrante de la fiesta.
Jorge Arribas y Diego Galaz arrancan con un vals y una tarantella, dos temas de su primero y homónimo disco. Es un perfecto resumen de lo que propone la banda: una música que recorre Europa mezclando sin temor los ritmos calientes del mediterráneo italiano con la picardía de las baladas balcánicas. O, por decirlo con sus palabras, unen Fado y Morcilla de Burgos, como en «Melancía», un tema inspirado en un viaje a Lisboa y ejecutado con mandolina y vibrandoneón. Dejando al lado a menudo los instrumentos que más los caracterizan -violín y acordeón- Fetén Fetén se paran a explicar la particularidad de cada instrumento, como harán con el Fonoviolín. Entre las manos de Marina Sorín, que les acompaña en «Adiós Pichón», deja la sala boquiabierta al sacar un sonido que bien podría ser el llanto de una mujer desesperada, profundo y desconsolado.
En su mezcla de temas conocidos y otros más nuevos, el dúo no deja de sorprender, con un swing con un desenenlace balcánico o con el melancólico «Bolero para una tarde de septiembre» («inspirado en una tarde de verano en Acapuerca»), donde los dos músicos principales se ponen en segundo plano para dejar espacio al clarinete de Nacho Mastretta. Fetén Fetén mantiene viva su energía en todo momento, incluso entre tema y tema: cada uno tiene una historia. «El Amor se suena el Sol Mayor», asegura Diego al presentar «En un lugar de La Mancha»; «musicar un plato de Chicharro no es nada fácil», sentencian antes de entregar al público una jota japonesa (sí, han leído bien: una jota japonesa. Aquí debajo la tienen, en directo). El concierto acaba en una fiesta, con los músicos que, tras tocar su precioso «Vals para Amelia», se mezclan a un público que, distraído, acaba de enamorarse de su música.
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