[su_heading size=»16″]Ultrarrealidad logra mantener el sonido característico del grupo pero elevándolo a una nueva dimensión, gracias a las mejoras técnicas con respecto a su predecesor; trayéndonos una música dinámica y bien encajada en la que todos los instrumentos forman, sin miedo, parte de un conjunto superior.[/su_heading]

[su_dropcap]A[/su_dropcap] veces, cuando navego en el barco de la costumbre, de aquello establecido, suelo sentir la repentina necesidad de arrojarlo todo por la borda. Cortarme la corbata, dar rienda suelta al timón y enfrentarme a cada tormenta en la que me adentre con nada más que la piel de mis puños. Algo así, más o menos, transmite Boss and Over. Un grupo que no, no hace Bossa Nova, sino que nos trae una energética mezcla de Funk con Rock, todo ello sobrevolado con la increíble voz de una cantante cuyo sonido nos recuerda a una época Soul que, por desgracia, se está convirtiendo cada día en un punto más pequeño en el retrovisor.

“Todo está hecho” dicen algunas personas para convencerse de que ya no existen más esquinas en éste círculo, pero aún queda gente que prefiere convertir ese grito de lamento en un reto. Gente como Boss and Over,  conscientes de que el atreverse será algo que jamás pasará de moda.

Su anterior disco, Preludio en Funk Menor, publicado en 2013, nos sirvió a todos como una especie de toque de atención en el que nos avisaron de su llegada. Con él establecieron un punto de referencia bastante exigente y alto. Aún así, Ultrarrealidad, su nuevo EP, no se ha encontrado con ningún problema a la hora de cumplir las expectativas y ha servido para demostrar que son cien por cien merecedores de la atención que se les prestó en un principio.

Ultrarrealidad logra mantener el sonido característico del grupo pero elevándolo a una nueva dimensión, gracias a las mejoras técnicas con respecto a su predecesor; trayéndonos una música dinámica y bien encajada en la que todos los instrumentos forman, sin miedo, parte de un conjunto superior. Sin lucha de egos ni afán de protagonismo: todo por el grupo. Las letras, unas en castellano, otras en inglés (y otras simplemente onomatopeyas), sientan como una brisa de aire fresco en la cara ya que a veces se vuelve demasiado difícil encontrar buen funk español en castellano, y sin duda este grupo nos ha dado el gusto. La guinda del pastel, a efectos vocales, aparece con algunos pedacitos de rap vieja escuela (old school, perdón) que se cuelan en algunas canciones y que recuerdan cuando el Rap aún era funky y en Sugarhill Gang aún vestían trajes brillantes y afro cuidado. El humor y la actitud de los integrantes se cuela en el sonido y como resultado salen canciones sin ninguna aspiración de seriedad, donde la calidad musical y técnica se convierten en norma.

Pero, aun así, no todo es energía en estado puro. A veces sí que te apetece pisar el acelerador de la vida, pero en otras ocasiones parece que el tiempo aquí dentro se ralentiza y ahí fuera todo sigue pasando. Y será  porque el disco parece corto ( o la existencia demasiado larga), que la música acaba demasiado pronto. Aunque aún estés dispuesto a enfrentarte a tormentas con la piel de tus puños, cuando el ruido se disfruta, al final el silencio acojona.

Diego Rodríguez Veiga (@diegoricks)

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