[su_heading size=»16″]El segundo disco de la formación creada por un bajista (Santiago Cañete) y un guitarrista y letrero (Mario Boville) se desliza entre sonidos jazz y ritmos cubanos, solos blues de guitarra eléctrica y ritmos caraíbicos[/su_heading]
[su_dropcap size=»3″]L[/su_dropcap]a culpa será de Manu Chao, o quizás de Ojos de Brujos. O de la mala prensa. Pero el mestizaje se asocia, de primeras, con Barcelona. Y nada que quitarle a los colores de La Rambla, a los olores del Raval o a los misterios multiculturales del Barrio Gótico, faltaría más. Pero, ¿sabrá la gente de a pie que el mestizaje y la rumba suenan muy bien también a la sombra del edificio de Telefónica? Bueno vale, será unos metros más allá. Pero ni muchos.
Y -quizás aquí está lo mejor- «Al Borde del Colapso«, de Alpargata, no es el disco que te esperas. No es el típico disco de rumba, muy alegrón y fiestero, pero sin sobresaltos. El segundo disco de la formación creada por un bajista (Santiago Cañete) y un guitarrista y letrero (Mario Boville) se desliza entre sonidos jazz y ritmos cubanos, solos blues de guitarra eléctrica (los de Adrián Ribao) y ritmos caraíbicos, quizás heredados de Ángel Aguiar -productor de su primer trabajo («Mucha mierda«, 2009). Y «Never Go Back to Santoña» es uno de los temas que están allí para demostrarlo, exactamente como «Ni chichá ni Limoná«.
Su estilo irreverente, cuidado tanto en la letra como en el encaje de ritmos y sonidos diferentes (¿será así que crea la textura de las alpargatas?), coge el vuelo en «Chotis Fusión» y «Diez Negritos«, después de un paseo por la Madrid de Sabina -el que fue- en «Mi Morena«.
Los chicos de Alpargata son músicos con mayúsculas y lo demuestran en cada instante de su disco, muy cuidado y autoproducido, en el que demuestran que la clave del mestizaje -si así es de verdad- es que siga mezclándose, eternamente. Se componga a la sombra de Gran Vía o en un callejón de La Habana.
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